Ni siquiera soy una cara bonita

10.26.2011

Sobre el dilema de ceder el lugar

Soy cinta negra en despertar a las personas que se quedan dormidas en cuanto un anciano, una embarazada o una mujer con un niño pequeño sube al transporte público. No me importan sus miradas asesinas o que murmuren, de cualquier modo dudo volver a encontrármelos en la vida.

Todo eso lo aprendí hace algunos años. Una señora cincuentona estaba de pie, a mi lado, en un autobús que iba hacia Santa Catarina, entonces un anciano subió en la última parada. Mágicamente, toda la gente que iba sentada se quedó dormida, como si el anciano en cuestión fuera una especie de rueca y BAM, de pronto todos se pinchan y duermen hasta que el conductor los besa con su HASTA AQUÍ LLEGO o algo.

La cosa fue más o menos así: el viejito apenas podía caminar sin caerse, así que la señora tocó (podría decir que picoteó) el hombro del señor que iba sentado frente a ella, un treintañero con gorra de los Gigantes de San Francisco. "Haga favor de levantarse y darle el asiento al señor, joven". 

Yo pensé que el señor la iba a mandar al diablo o algo parecido, hacerse el sordo, quizá, pero la señora se aseguró de pronunciar cada palabra lo suficientemente fuerte para que todos escucháramos. El treintañero se levantó como si no se hubiese fingido dormido (incluso lanzó un bostezo, el muy cabrón) y le dio el lugar al viejito, que agradeció a la señora pero no al San Francisco fan.

Desde entonces hago lo mismo, esa señora marcó mi vida o algo así. Cada que tengo oportunidad de conseguir asientos para viejitos, embarazadas o personas con niños, lo hago. Los discapacitados la tienen más fácil, casi siempre el chofer se encarga de sentarlos en el primer lugar del autobús, además nadie puede hacerse el tonto ante una persona en muletas o algo así.

Ayer me encontraba sentada en medio del autobús, del lado del pasillo. Entonces subieron UNA SEÑORA EMBARAZADA, con su madre de unos 80YALGO, y llevaban a un NIÑO DE UNOS 4 AÑOS. Como es de esperarse, todo el mundo se durmió en cuanto la primera subió al autobús. Estaba viéndolas pagar y esperando a que se acercaran cuando me invadió la duda más grande.

Los tres están cansados, a nadie le gusta viajar en estos malditos autobuses que no tienen baño pero apestan como uno, con ventanas que no abren y puertas que rechinan a cada tope. ¿A QUIÉN LE DAS EL LUGAR? 

Matemáticas simples:


  • La embarazada lleva seis meses cansada, si no estuviese encinta no sería candidata a ocupar un lugar.
  • El niño lleva 2 años cansado, desde que empezó a caminar y dejaron de cargarlo.
  • La anciana de 80 lleva, al menos, 20 años cansada.


"Siéntese, señora". "Gracias, hija".

10.17.2011

Time can break your heart

Llueve y pienso en Clapton.

Cuando era niña, o tal vez no tan niña pero sí mucho más joven, papá puso Tears in Heaven en el estéreo. Yo no sabía inglés y papá tampoco, pero me dijo que la canción se llamaba "Lágrimas en el cielo" y que era de un sujeto llamado Eric Clapton, músico de la época de los Beatles.

Papá se quedaba callado, a veces era así, aunque solía cantar en un inglés tan terrible como el que actualmente hablo. Se quedaba callado mientras conducía, con ambas manos al volante, aferrando algo que no podíamos ver. Se quedaba callado y yo también, Clapton estaba contando algo y merecía todo el silencio posible, no sé porque, pero no teníamos ganas de interrumpir. 

Cuando la guitarra Claptoniana decidió callar para dar paso a Lonely Stranger, papá me dijo que "Lágrimas en el cielo" era una canción que hablaba sobre la muerte del hijo de Clapton. Y ya. Entonces yo imaginaba a un chico de unos veinte años siendo atropellado por algún bruto ebrio que se había pasado el alto, el chico muere al instante y el bruto ebrio escapa; alguien llama al 911, una ambulancia recoge el cadáver, revisan su cartera y descubren que es el hijo de Clapton. Llaman al pobre Eric y le dicen que a su hijo lo mató un borrachín que ha sido atrapado por la policía de Nueva York. Final triste.

Pasaron muchos años para que recordara lo que papá me dijo, gracias a un programa sobre la vida de Clapton, ahí estaba todo. El chico no tenía veinte años y no había borrachos en escena.

El hijo de Clapton, de cuatro años de edad, cayó del piso 53 de un bonito edificio de Manhattan; alguien olvidó cerrar la ventana. 

En realidad era una historia mucho más triste.


10.03.2011

Odio

No odio porque ya descubrí que no tiene caso. Al final, lo único que puedo hacer con mi odio es guardármelo y dejar que me queme toda la garganta, porque tampoco me atrevería a gritarlo. Y no es que me falten agallas, siempre grito y no me importa, pero me faltan ganas de escucharme. También creo que no merezco odiarte, al final no eres una mala persona, sólo no supiste ser bueno conmigo, pero lo eres con el resto. Y por eso ya no te odio, tal vez nunca te odié.

Pero tampoco te quiero en mi vida, así que deja de aparecerte en la espuma de mi cappuccino.