Ni siquiera soy una cara bonita

1.21.2013

Recado

Leo para escapar y escribo para volver. Esta nota no cuenta como un regreso, más bien como un recado. The Reader, La trilogía de Nueva York, El país de las últimas cosas, Otro tiempo y Una temporada en el infierno me harán compañía.

Voy por cigarros. ¿Alguien quiere algo del Oxxo?

1.12.2013

Espero no estrellarme contra un poste


La primera vez que desperté a tu lado eran las nueve de la mañana. Abrí los ojos y  vi la luz intentando entrar por la ventana cerrada. Mi cabeza reposaba sobre tu brazo izquierdo, mi cintura cargaba con tu brazo derecho. Me quedé en esa posición algunos minutos, sintiendo una dicha que no había experimentado nunca antes. 

Me bastó girarme despacio para verte ahí, siendo mi almohada, mi sábana y mi sonrisa. Aún estabas dormido cuando estiré el cuello y te besé en los labios. Te despertaste, te sonreí, me giré y dormí una hora más.

Llevo días volteando y no te veo. Y tengo tanto miedo de no encontrarte que he comenzado a caminar hacia la misma dirección pero de espaldas, con los ojos hacia el camino que ya he pasado, por si apareces.

Aunque sé que ya no estás. Una mañana te levantaste de la cama y andaste otro camino.

1.07.2013

Mr. Stalker

Mr. Stalker.

Sé que le sorprenderá que sea yo quien le escriba esta vez. He meditado esta idea por mucho tiempo, casi tres horas diarias desde hace una semana, como estoy segura usted debe, o debería, saber.

Antes que nada, quiero agradecerle por la atención prestada. No sólo al leer esta carta, usted sabe a qué me refiero. Y sé que lo sabe porque lo he visto. Gracias por el paquete de pañuelos desechables que consiguió colocar en mi bolso aquel jueves de hace mes y medio, cuando mi alergia llegó a su máximo. Como usted seguramente sabe, esa tarde fui a encontrarme con un par de clientes, una junta importantísima, que gracias a Dios y a usted no se arruinó por mis mucosidades.

A últimas fechas he notado que ya no me toma fotografías los martes, cuando me siento a leer a la sombra del reloj en el parque de la colonia. Lo agradezco, de verdad me ponía nerviosa. Y no por su presencia, eso se pasó a los pocos días, sino porque es incómodo sumir la barriga para salir guapa, o pretender no saber que usted me observaba mientras me pasaba un mechón de cabello detrás de la oreja derecha.

También me ha faltado en el supermercado. Ahora las mejores naranjas no se encuentran en la superficie del montón en que las apilan, tarea que sé usted realizaba con sumo cuidado para que no tuviera que revolver por varios minutos intentando encontrar las más apetitosas para mi jugo de cada mañana. Ya sabe que creo que no hay mejor manera de empezar el día que con un jugo de naranja (sin pulpa) antes de salir de casa, como me escuchó decírselo a Jessica, aquella tarde en la cafetería cercana a mi oficina.

Y ya que llegamos a Jessica, quiero decirle que no puedo evitar sentirme un poco infeliz. Y usted sabe por qué. ¿De verdad cree que ella es más guapa que yo? Mírela, o mejor no. Prefiero que no lo haga más. Más que sentirme triste me siento reemplazada, y no puedo creer que usted decida buscarle manzanas en el mercado que continuar preocupándose por mi jugo de naranja.

Sin más, me despido. Por el momento.




PD: Sabrá disculpar que envíe esta misiva a casa de su madre. En este par de días he pasado por su casa (la suya, no la de su madre) y noté que no ha recogido el correo acumulado en semana y media. Salúdela de mi parte, y pídale que me disculpe por haberla llamado y conseguido su dirección con mentiras, le dije que recibiría una nueva tarjeta de crédito de parte de su banco principal.

Una caja de imitadores de Elvis

Mi madre está viendo un espectáculo de música en Foro Tv llamado Los Mejores Músicos.com, y la verdad no sé por qué se lo permití. La última vez que controlé el televisor veíamos una película en Europa Europa. Aunque ni me acuerdo de qué iba.

El punto es que en el show este, está pasando un imitador de Elvis. En su etapa de Elvis gordo, claro está, porque es mexicano, ergo es gordo. No es cierto. Bueno sí, pero lo realmente importante es que es malísimo. Ni había notado que cantaba las canciones de Elvis hasta que lo intentó (y fracasó horriblemente) con Love Me Tender. 

La epifanía es la siguiente. La vida romántica es como una caja de imitadores de Elvis Presley. Y aunque al final sólo hay un Elvis, puedes disfrutar con esos imitadores que te piden "never let me go".

Pero yo odio a los imitadores de Elvis.


Oh let our love survive
Or dry the tears from your eyes
Let's don't let a good thing die
When honey, you know
I've never lied to you
Mmm yeah, yeah




Pianosaurio II: Greensleeves

La verdad es que yo soy un fraude para tocar cualquier instrumento. Sobre todo el piano, porque cuando toco no respiro (what?). No, no respiro (y no puedo cordinar dos manos, perdón por el retraso, Chopin).

Entonces, sólo puedo tocar durante 30-60 segundos, en lo que aguanto la respiración sin ponerme azul. Y como perdí a mi maestra de piano, dependo de las lecciones de mi teclado.

Fail.

Greensleves es una canción tradicional de Inglaterra. Según Wikipedia, y Wikipedia cita a la leyenda, la letra fue compuesta por Enrique VIII cuando Ana Bolena no le hacía caso.




1.06.2013

You're drunk

Aragon:

Un jour vient où le temps ne passe plus
Llega un día en que el tiempo ya no pasa





Si tuviera que elegir a tres poetas para llevarme a una isla al fin del mundo, elegiría a W. H. Auden, Louis Aragon y Gustavo Adolfo Bécquer. Tendríamos una cena romántica (y seguramente depresiva) en la que nuestros juegos de botella irían entorno a quién ha amado más. Entonces Bécquer diría que eso no es lo importante, que lo importante es saber quién ha sido más querido. 


Go home Bécquer, you're drunk.




La última lección


"Es que Andrea se quedó en la etapa de enamoramiento. Se enoja porque no la llamo antes de dormir, porque ya no le cuento todo en el messenger, porque no le mando flores cada que cumplimos un mes; porque lo hago cuando quiero hacerlo, no cuando ella quiere recibirlo. Pero esto no quiere decir que no la quiera, significa que la quiero diferente. Ya no siento que deba ganármela con dulces, sino estando allí cuando tiene un mal día, por ejemplo, o llevándola al trabajo cuando tengo tiempo, en lugar de llevarla a cenar cada viernes".

Eso fue lo que aprendí de Carlos el viernes 28 de diciembre, cuando lo invité a comer. Me gasté 400 pesos y llegué tarde al trabajo.

Fue la última lección del año pasado. Y nunca pude contártela.