Ni siquiera soy una cara bonita

6.15.2017

Una definición

Si abres algunos diccionarios y buscas la palabra enamorarse posiblemente no la encontrarás escrita, así que tendrás que intentar con enamorar. Y enamorar significará en casi todos ellos prendarse de amor por alguien. Así que vas a buscar amor. Y en la RAE, amor es el sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y la unión con otro ser. Y en todo este viaje por descubrir qué significa enamorarse, descubrirás que la palabra en nuestra lengua, y según la Academia que lo regula, se refiere a la búsqueda del amor, es decir, de alguien o algo que te haga sentir suficiente.

Sin embargo, cuando me preguntan qué es enamorarse recurro a palabras en inglés, pues para mí, y quizá sólo para mí, parecen suficientes (de nuevo esa palabra) y más descriptivas. En inglés, enamorarse es to fall in love. De modo que en esta lengua, al experimentar ese proceso de pensar, soñar y sentir por alguien algo que antes no estaba ahí, dices Im falling in love. 


Fall significa caer, y es la palabra clave en la oración. Ahora, si buscamos caer en un diccionario, en inglés o en español, y estoy casi segura de que en cualquier idioma, caer significa, para un cuerpo, perder el equilibrio hasta dar en cosa firme que lo detenga. 


Así, llegué a una definición de enamoramiento que al fin me tiene complacida. Caer. Es eso lo que experimentas al enamorarte: una caída. Una caída en un abismo cuya profundidad no conoces y no conocerás hasta el final del proceso; caer en un abismo sin encontrar nada para sostenerte mientras lo haces, entregarte sin voluntad (porque ¿quién cae voluntariamente?) a esa inmensidad que representa, al final, sentir amor.

En realidad, la que comparto no es una definición más optimista que la que proporciona un diccionario en nuestra lengua, pero enamorarse no se trata de optimismo sino de sinceridad. Y como cantan los Beatles en Ive just seen a face, sólo te queda decir, desde la alegría o desde la melancolía, falling, yes Im falling.




Originalmente publicado en Vanguardia MX

11.05.2015

We can work it out


Una de las cosas más grandes que puedes recriminarte es haber dejado todo como estaba cuando contabas con otra alternativa.

Life is very short, and there's no time
for fussing and fighting, my friend.
I have always thought that it's a crime,
so I will ask you once again.

6.14.2015

Extrañar un beso en la mano

Nunca antes me había parecido que estar con alguien fuera tan fácil, tan natural, y no porque estar juntos fuera simple, sino porque era sencillo disfrutar a su lado.

Él tiene un talento para que lo difícil parezca fácil.

6.02.2015

Repercusiones



Firmar un armisticio 

En diciembre me encontré con R. en el metro. Era viernes por la tarde, yo iba camino a casa de mis padres para pasar la semana previa a Navidad con ellos. Lo vi desde el andén, mientras él bajaba las escaleras, y lo vi mirarme. Consideré por un segundo caminar para evitarlo, pero creí que sería una grosería. Se paró a mi lado y dijo "hola, ¿cómo estás?"; "hola, bien, ¿tú?". Me preguntó si me molestaría que viajara conmigo, sólo serían un par de estaciones. Creo que tuvo miedo de que le gritara. Le dije que estaba bien. Me preguntó a dónde iba, le dije; me preguntó cuándo deje de vivir con mis padres, le dije; mencionó que él trabajaba a unas calles de mi nueva casa y respondí que qué bien. Después dijo "es bueno verte, en serio, es realmente bueno verte", y noté que sigue hablando así, como personaje de una película, como con frases programadas que nadie usa en la vida diaria, pero él sí. Y recordé que eso me gustó hace cinco años. Luego dijo "hay muchas cosas que hablar y este no es el lugar ni el momento, pero me da mucho gusto encontrarte de nuevo". Le sonreí, pero no dije nada, no estaba segura de que me diera gusto verlo. No después de cuatro años. No después de lo que pasó. Entonces se bajó, me deseó un buen viaje, una feliz Navidad y se quedó de pie en el andén, sonriendo mientras veía cómo se iba el tren que me llevaría a casa.

He vuelto a verlo varias veces, siempre en el metro, pero él no me ha visto ninguna de ellas y yo no me siento con ganas de acercarme a él.

Ayer pensé en esto y me pregunté qué le diría si volviéramos a charlar. Creo que le diría "R., ya no tengo ganas de pelear, ojalá te vaya muy bien".




¿Suerte?

Últimamente he estado pensando en lo afortunada que soy de conocer a P., en la suerte que tuve que un amigo mío fuera amigo de su entonces novio, de ir a esa fiesta en la que ella estaba y que yo le agradara tanto como ella me agrada a mí.

He pensado que es difícil encontrar a alguien con quien te conectes de inmediato y por tanto tiempo.

Creo que no creo en la suerte ni en el destino, pero sí en las coincidencias y cierto tipo de magia. Ella me ha hecho creer en la magia.

Este año se cumplirán cinco de conocer a P., y sé que vendrán muchos más. 




Jeudi

Me gustan mucho los jueves, porque me trajeron momentos hermosos. Siempre quiero que sea jueves, aunque no haya promociones en el cine ni en las pizzas.




Zugzwang

"Me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles y de puentes".
—Julio Cortázar. 

Lo quieras o no, vas a esperar por un tiempo. ¿Por cuánto?, eso nadie lo sabe, ni tú. Lo que sí sabes es qué es lo que esperas: que quien te dejó por algún lado vuelva a encontrarse contigo. Por eso no te vas a mover, porque eso dificultaría la búsqueda, una búsqueda que ni siquiera sabes si sucederá, aunque lo desees mucho.

Vas a llegar a la casa que conoce muy bien, al empleo del que sabe tu horario, y quizá hasta vayas a pararte a esa cafetería en que las meseras ya los reconocían. Vas a escribir en los sitios de siempre y leer en los que ya te conocen. Vas a utilizar el mismo transporte y cumplir la vida con la que estabas familiarizándole. Vas a hacerlo todo, aunque no comparten rumbos, aunque su rutina suceda a varios kilómetros de la tuya.

Vas esperar porque estás en zugzwang.

"En ajedrez, se llama zugzwang cuando la única jugada posible es no mover".




Not a second time

La semana pasada, Q. me escribió un mensaje y charlamos un poco. Al día siguiente lo mismo, pero además me envió la ubicación de su casa y me pidió que fuera. Dejé de responderle. Dos días después, me mandó un video en el que hace una cosa increíble con la patineta. Aún no le respondo y no creo hacerlo.




Chick flicks VS La vida real

En la clase de guión cinematográfico nos dieron un modelo para crear al héroe, según algún autor. Necesitas:
  1. Un mundo ordinario
  2. El llamado a la aventura
  3. El rechazo a esta llamada a la aventura
  4. Un mentor
  5. Un primer umbral para tu héroe (asumir la llamada e ir a la aventura)
  6. Pruebas, aliados y enemigos
  7. La cueva más profunda (o el reto supremo)
  8. La odisea (o el calvario, un momento de crisis)
  9. Una recompensa
  10. El camino de vuelta a casa
  11. La resurrección (o una última prueba) 
  12. El retorno con el elixir (regreso al mundo ordinario, al que el héroe vuelve premiado por su sacrificio)

Lo anterior es sólo para demostrar que fui a la escuela. El punto es que imagino existe una receta en las chick flicks, una fórmula que no falla.

De acuerdo con Barthes, el amor es una historia que se cumple, un programa que debe ser recorrido, y el tiempo amoroso puede verse en tres etapas: captura (ese suddenly, cuando "soy raptado por una imagen", en palabras de Barthes), encuentros (citas, llamadas, etc., un tiempo de exploración del otro) y clausura (consummatum est, c'est fini).

Agarra una chick flick básica. No esas chick flicks modernillas, una chick flick clásica

Tienes a A y tienes a B. A y B se conocen sin planearlo, como casi siempre en la vida real: en la boda de alguien, en Internet, en el transporte, en un parque, en un elevador, en una fiesta de cumpleaños, en la escuela, son vecinos, trabajan juntos, en internet, no sé. A y B se quieren, pero no se lo dicen, no encuentran oportunidad, o se lo dicen y uno rechaza al otro, o se lo dicen y por algún motivo que va más allá de ellos no pueden estar juntos. Después de pasar algún tiempo charlando, A y B deciden darle una oportunidad a lo que sienten, porque A y B se sobreponen a sus miedos, diferencias, distancias, decepciones en relaciones pasadas, su destino, lo que sea. Luego, A y B no pueden estar juntos, porque A o B, uno de los dos, tiene que irse, curarse el cáncer, amar a otros, hacer cosas en las que el otro no cabe, aceptar un trabajo al otro lado del mundo, ocuparse de su vida. Entonces A o B, uno de los dos, se da cuenta un buen día de que no puede permitir que algo tan bueno muera, así que busca al otro y tras discutirlo, luchar e insistir en recuperarlo todo intentando regresar el tiempo, A y B terminan juntos y son felices hasta que pasan los créditos de la película.

Ahí es donde las chick flicks nos fallan a todos. Terminas de verlas convencido de que has vivido lo suficiente, y has pasado por tantas cosas, personas, lugares o situaciones, que te has dado cuenta a tus 25, 30, 45 o 60 años de que cuando les sucede algo así de bueno como lo que tenían no deben dejarlo pasar, deben intentar por todos los medios y con todas sus ganas que vuelva, al menos tú debes procurarlo. Porque son necesarias muchas casualidades, coincidencias e incluso búsquedas para que encuentres a B.

Pero eso en la vida real se llama ser un pinche rogón sin dignidad.




Dios se olvidó un poco de todo

El otro día me estaba contando a mí misma un chiste con una vieja fórmula que se usaba en Twitter:

Vive cada día como si fuera el último, culpando de todo a Dios nuestro Señor.

Luego me arrepentí porque pensé que me iré al infierno.




Certeza

Aunque hace tres semanas le dije a L. que no sabía si tanta tristeza valía a la pena, la única cosa que sí sé es que si pudiera hacerlo otra vez, lo haría, aún conociendo el final. Porque estar con E. no valía la pena, valía la alegría.




Hay una palabra en alemán

Hay una palabra en alemán que no puedes  traducir a otro idioma con una sola palabra y que explica mejor las cosas. Siempre la hay. Torschlusspanik es el temor, basado en la intuición, a que las oportunidades que tienes disminuyan conforme pasa el tiempo y envejeces; Zwischenraum designa el espacio entre las cosas; y Treppenwitz se refiere a esa réplica, esa respuesta ingeniosa, a ese comeback, que se te ocurre diez minutos después de haber terminado la discusión.

Hace falta una palabra en alemán que explique el instantáneo sentimiento de dicha que experimentas al terminar de leer un buen libro y la nostalgia que te invade al mismo tiempo porque ya no hay más páginas.



5.28.2015

Horizontes

Hace años escribí esto para la Revista Bonsái. Lo voy a dejar aquí.


¿Qué voy a hacer contigo? Y ella lo miró. Y él sintió que aunque ella no hablara su idioma, aunque ella no hablara en absoluto, podía escucharlo y entenderlo. Si no era tonta.

Su madre había llevado las dos gallinas la semana pasada. Le había pedido a la vieja escuálida de la esquina que la acompañara al mercado. Él aborrecía a esa anciana, siempre comentaba lo largo que traía el pelo, lo corto que le quedaban los pantalones o lo reservado que era. A ver si no te sale uno de esos niños raritos que no hablan nunca y se quedan solos. No, cómo cree, él es muy listo, se la pasa dibujando y esas cosas. Como los loquitos, yo nomás te aviso para que lo lleves al médico y le dé una checada, nada quita, ¿no? No diga esas cosas, señora.

Desde que podía recordar, su madre había comprado pollos y gallinas para criarlos y luego prepararlos en caldo. Una tarde que iba sobre la bicicleta se paró a pensarlo: era algo muy cruel. No comérselos, lo cruel era llevarlos a casa. Imaginar que las aves estaban en el corral de la señora del mercado después de un largo viaje en un camión apestoso que echaba humo por todas partes, encerradas en cajas, apretadas unas contra otras y pensando, porque él sabía que ellas pensaban, que estaban a tres segundos del terrible final. Y no.

Las aves que su madre compraba vivían en el jardín de atrás; grande, verde, con árboles, como todos los jardines de atrás de todas las casas del mundo. La diferencia es que su madre las dejaba corretear por todas partes. A veces encontraba un pollo cagando bajo la escalera, a veces había gallinas en la vieja casa del labrador, antes grande y fuerte y ahora viejo e incapaz de intimidar a las intrusas. Estaba mal darles una probada de gloria y luego aventarlas al caldo de verduras hirvientes.

Un día decidió que también era cruel comérselos. Estaba bien comerse a los pollos que no habían correteado a su labrador, pero no a éstos, era como devorarse al vecino. Dejó de comer cualquier cosa que su madre hubiera criado. Era un trato que hacía con los pollos antes de agarrarlos por las patas y meterlos a la cocina. Te juro que no quiero, te juro que no, pero si sólo como espinacas y rábanos me voy a enfermar. Mamá dice que hasta los pollos comen carne, que es lo normal. Te prometo que yo no probaré el caldo, porque sé que tú no probarías una sopa que lleve mis piernas.

Estas dos gallinas eran más grandes, así que podía hablarles de cosas serias. El primer día hablaron del viaje desde la granja hasta el mercado, de lo buena que era esa mujer gorda que las metía en un corral lleno de maíz para venderlas; las limpiaba antes de hacerlo, les arreglaba las plumas, les ponía periódico para que la jaula no les lastimara las patas y agua limpia cada cuatro horas. Y no hacía caras de asco cuando remplazaba los periódicos llenos de mierda por unos nuevos.  Los siguientes días él protagonizó las historias. Les hablaba de esa niña que siempre jugaba con él y no pensaba que era raro, de su bicicleta, de su madre, de su labrador, de la escuela, de las otras aves que habían pasado por ahí, del parque, de las piedras, de las sombras de los pinos.

Un día, al volver a casa del mercado, encontró que su madre había matado ya una de las gallinas. La niña lo había acompañado a comprar calabazas y zanahorias. Fue un tonto por no haberlo supuesto. Te dejo la bici, espérame aquí. Corrió al jardín de atrás y cogió a la gallina sobrante, la metió en la canastilla de la bicicleta y se fue con ella y la niña. Se cuidó de no pasar por pollerías ni carnicerías, no quería asustarla.

La dejaron en un parque, pero la gallina no se iba. La dejaron en un puente, pero ella no caminaba. La dejaron frente a la escuela, pero se quedaba quieta. ¿Qué voy a hacer contigo? Y él sintió que aunque ella no hablara su idioma, aunque ella no hablara en absoluto, podía escucharlo y entenderlo. Si no era tonta. Deberíamos subirla a un árbol para que pueda verlo todo y decidir hacia dónde quiere ir. Él miro a la niña, ¿cómo no se le había ocurrido eso antes de que anduvieran siete kilómetros en bicicleta?

Volvieron al parque, a las afueras del pueblo, y la niña encontró el árbol más alto. Él trepó con la mano derecha, mientras sostenía a la gallina entre el brazo y su costado izquierdos. Era lo más difícil que había hecho en su vida, tardó media hora en subir hasta la cima, casi perdió el equilibrio dos veces y los zapatos se le rompieron. Dejó a la gallina en la rama más alta y bajó lentamente.

Esperó por cinco minutos a que la gallina hiciera algo, que marcara el rumbo, que apuntara hacia algún lado, cualquier señal. Pasó una hora y nada más. Volvió a trepar por el tronco y descubrió que bajar era más difícil que subir. ¿Por qué no te vas? Sé que no eres un pato pero pensé que podrías hacer algo, bajar aleteando, no sé.

Tal vez no es un árbol lo suficientemente alto para verlo todo, ¿no? Tal vez no.

5.18.2015

Pienso en ti porque despierto del olvido

Estoy leyendo Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes. He subrayado casi todas las páginas (y apenas voy en la sesenta) porque en la mayoría encuentro algo que me ha hecho reflexionar o comprender lo que un enamorado dice.

"¿Qué quiere decir «pensar en alguien»? Quiere decir: olvidarlo (sin olvido no hay vida posible) y despertar a menudo de ese olvido. Muchas cosas, por asociación, te recuerdan en mi discurso. «Pensar en ti» no quiere decir otra cosa que esa metonimia. Puesto que, en sí, ese pensamiento está vacío: no te pienso; simplemente, te hago aparecer (en la misma proporción en que te olvido)."

(Llevo varios días despertando de ese olvido)

Y yo:



El ausente





No estés más angustiada, 
ya lo has perdido.





Ausencia:1
  1. f. Acción y efecto de ausentarse o de estar ausente.
  2. f. Tiempo en que alguien está ausente.
  3. f. Falta o privación de algo.
  4. f. Der. Condición legal de la persona cuyo paradero se ignora.
  5. f. Med. Supresión brusca, aunque pasajera, de la conciencia.
  6. f. Psicol. Distracción del ánimo respecto de la situación o acción en que se encuentra el sujeto.


Absence:2

Line breaks: ab|sence.
Pronunciation:/ˈabs(ə)ns/
  1. [mass noun] The state of being away from a place or person.
  2. [count noun] An occasion or period of being away from a place or person.
  3. (absence of) The non-existence or lack of.
Origin: Late Middle English: from Old French, from Latin absentia, from absens, absent-.
Words that rhyme with absence: deliverance, renascence.



Ausencia. Todo episodio de lenguaje que pone en escena la ausencia del objeto amado sean cuales fueren la causa y la duración y tiende a transformar esta ausencia en prueba de abandono.3

"Ahora bien, no hay ausencia más que del otro: es el otro quien parte, soy yo quien me quedo. El otro se encuentra en estado de perpetua partida, de viaje; es, por vocación inversa, sedentario, inmóvil, predispuesto, en espera, encogido en mi lugar, en sufrimiento, como un bulto en un rincón perdido de una estación. La ausencia amorosa va solamente en un sentido y no puede suponerse sino a partir de quien se queda y no de quien parte: yo, siempre presente, no se constituye más que ante , siempre ausente. Suponer la ausencia es de entrada plantear que el lugar del sujeto y el lugar del otro no se pueden permutar; es decir: «Soy menos amado de lo que amo»".4 

"A veces ocurre que soporto bien la ausencia. Estoy entonces «normal»: me ajusto a la manera en que «todo el mundo» soporta la partida de una «persona querida» [...]. Si se soporta bien la ausencia, no es más que el olvido [...]. Es la condición de mi supervivencia; si no olvidara, moriría. El enamorado que no olvida a veces, muere por exceso, fatiga y tensión de memorias".5

"Un koán búdico dice lo que sigue: «El maestro mantiene la cabeza del discípulo bajo el agua, mucho tiempo, mucho; poco a poco las burbujas se espacian; en el último momento, el maestro saca al discípulo, lo reanima: cuando hayas deseado la verdad como has deseado el aire, entonces sabrás lo que es». La ausencia del otro me mantiene la cabeza bajo el agua; poco a poco, me ahogo."6