Soy cinta negra en despertar a las personas que se quedan dormidas en cuanto un anciano, una embarazada o una mujer con un niño pequeño sube al transporte público. No me importan sus miradas asesinas o que murmuren, de cualquier modo dudo volver a encontrármelos en la vida.
Todo eso lo aprendí hace algunos años. Una señora cincuentona estaba de pie, a mi lado, en un autobús que iba hacia Santa Catarina, entonces un anciano subió en la última parada. Mágicamente, toda la gente que iba sentada se quedó dormida, como si el anciano en cuestión fuera una especie de rueca y BAM, de pronto todos se pinchan y duermen hasta que el conductor los besa con su HASTA AQUÍ LLEGO o algo.
La cosa fue más o menos así: el viejito apenas podía caminar sin caerse, así que la señora tocó (podría decir que picoteó) el hombro del señor que iba sentado frente a ella, un treintañero con gorra de los Gigantes de San Francisco. "Haga favor de levantarse y darle el asiento al señor, joven".
Yo pensé que el señor la iba a mandar al diablo o algo parecido, hacerse el sordo, quizá, pero la señora se aseguró de pronunciar cada palabra lo suficientemente fuerte para que todos escucháramos. El treintañero se levantó como si no se hubiese fingido dormido (incluso lanzó un bostezo, el muy cabrón) y le dio el lugar al viejito, que agradeció a la señora pero no al San Francisco fan.
Desde entonces hago lo mismo, esa señora marcó mi vida o algo así. Cada que tengo oportunidad de conseguir asientos para viejitos, embarazadas o personas con niños, lo hago. Los discapacitados la tienen más fácil, casi siempre el chofer se encarga de sentarlos en el primer lugar del autobús, además nadie puede hacerse el tonto ante una persona en muletas o algo así.
Ayer me encontraba sentada en medio del autobús, del lado del pasillo. Entonces subieron UNA SEÑORA EMBARAZADA, con su madre de unos 80YALGO, y llevaban a un NIÑO DE UNOS 4 AÑOS. Como es de esperarse, todo el mundo se durmió en cuanto la primera subió al autobús. Estaba viéndolas pagar y esperando a que se acercaran cuando me invadió la duda más grande.
Los tres están cansados, a nadie le gusta viajar en estos malditos autobuses que no tienen baño pero apestan como uno, con ventanas que no abren y puertas que rechinan a cada tope. ¿A QUIÉN LE DAS EL LUGAR?
Matemáticas simples:
- La embarazada lleva seis meses cansada, si no estuviese encinta no sería candidata a ocupar un lugar.
- El niño lleva 2 años cansado, desde que empezó a caminar y dejaron de cargarlo.
- La anciana de 80 lleva, al menos, 20 años cansada.
"Siéntese, señora". "Gracias, hija".
Me encanta saber que habemos personas asi..yo también levanto a la gente. Un saludo afectuoso de @Koshka1
ResponderEliminares mi eterna pelea! aca en Buenos Aires se hacen los dormidos con los viejos, pero cuando ven a alguien con un chico (hasta de 6 años!!) saltan como resortes! No entiendo la logica, los viejos no solo estan cansados ademas no se pueden agarrar de acuerdo a las peripecias del chofer
ResponderEliminarHay que hacer una fundación de Cededores de asientos de autobús y tú vas a ser la líder. Qué bonito :)
ResponderEliminar¿En cinta o en DVD?
ResponderEliminarPero la anciana tiene una vida menos funcional.
Yo cedía el lugar siempre hasta que me empezaron a dejar de dar las gracias, y dejé de hacerlo cuando una señora me rechazó el asiento por tener el cabello largo (inmediatamente después un señor de traje le ofreció el asiento y a el si se lo aceptó). Desde entonces me hago el dormido. Sin embargo cabe mencionar, que siempre respeto el lugar designado y nunca me siento en él.
Creo que en lugar de tener la suerte de encontrarse Daras en su camino, las personas que tienen el derecho a sentarse en los lugares reservados, tienen que aprender a pedirlo, con cordialidad pero también con energía. Están en su derecho.
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ResponderEliminarIncreíble todo lo que escribes! Te sigo en twitter! Gracias por hacer mis días mas felices jajaja!
ResponderEliminarPues yo no sé a quién le cedería mi asiento. Lo que a mi me pasa es que luego vengo perdidísimo en mis pensamientos y ni me fijo quién se sube o va de pie y después ya ni sé cuánto tiempo llevan parados y no sé cómo hacerle y se me derrite el cerebro. Por eso hay veces que hasta me voy de pie aunque haya lugares. Y ya, pronto dejaré de salir a la calle.
ResponderEliminarCreo que la solución, Rubo, es robarnos el trenesito de Coyoacán.
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